El ayuntamiento de Madrid decidió a principios del 2020 reducir matando la población de cotorras de esta localidad, censada actualmente en unos 12.000 individuos, para ello ha dado un presupuesto de 2,9 millones de euros.
El 15 de junio se publicó el pliego de prescripciones técnicas donde se indica cómo se va a llevar a cabo esta matanza: las aves serán capturadas con trampeo en los nidos censados con jaulas trampas para luego ser gaseadas. También se podrán dar caza con carabina de aire comprimido o cualquier otro método que a la empresa privada a la que sea adjudicada la licitación le parezca bien.
Se habla de las cotorras como un gran problema para la ciudad de Madrid, en 2011 se les declaró especie invasora, adjetivo injusto para los demás animales que son capturados y desplazados de su lugar de origen por capricho humano y que gracias a su capacidad de adaptación consiguen sobrevivir en el nuevo territorio en el que se les ha obligado a estar.
Llegaron al Estado español a finales de los 80. Según los archivos de CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), el Estado español firmó un acuerdo para importar estas aves para ser vendidas como “mascotas”, desde 1986, primer año en el que hay registros oficiales, hasta 2015. Unos 190.000 ejemplares fueron cotorras argentinas, procedentes de Uruguay y Argentina, donde se consideran una plaga agrícola y se capturaban bandadas enteras para venderlas en España. Cerca de 63.000 ejemplares fueron cotorras de Kramer, con origen en Pakistán y Senegal. Una vez aquí muchas fueron liberadas masivamente por no cumplirse las expectativas de venta, otras se escapaban o eran liberadas por sus dueños al no querer tenerlas más.
Estos animales solo han intentado sobrevivir y adaptarse al nuevo espacio en el que se les obligó a estar, no vinieron por voluntad propia.
Desde hace años se difama sobre ellas y se las acusa se ser una gran amenaza para la biodiversidad dentro del entorno urbano, culpándolas de cosas que no son ciertas. Las autoridades políticas dicen que las cotorras son un peligro para las personas que vivimos en las ciudades por el gran tamaño de sus nidos, que podrían caerse encima de alguien. Aunque esto no ha ocurrido aún y se puede prevenir fácilmente con un control de los nidos que supusieran peligro, al igual que se supone que se hace con las ramas de los árboles.
Otro de los “grandes problemas” que causan es el gran ruido que hacen. Es cierto que su forma de comunicarse en bastante sonora y se hacen oír, pero son animales diurnos que solo damos cuenta de ellos por el día, ya que por la noche están durmiendo. Además en una ciudad como Madrid donde el silencio no existe y la música de fondo que siempre está sonando a buen volumen son los motores de los coches.
Se las acusa de transmisión de enfermedades. Obviamente todos los animales somos potenciales transmisores de enfermedades. Pero, a día de hoy, no hay ninguna prueba rigurosa que justifique esta falacia. La enfermedad que pueden contagiar, en concreto la chlamydia psittacii, explica Tere Rodríguez para el diario.es, no se detecta en estos animales cuando viven en libertad, pero sí es común en otros loros criados en cautividad y disponibles a la venta, aunque de esto no se suele hablar porque puede perjudicar al negocio de la compra venta.
También se las culpa la disminución de gorriones en la ciudad, como bien se explica el articulo del Todo por hacer, “no hay estudios que vinculen la presencia de la cotorra al declive de estos pájaros. La propia SEO/Birdlife editó una minuciosa guía sobre los problemas de los gorriones en las ciudades españolas y en sus más de veinte páginas no se hace mención alguna a la incidencia de estos loros. Lo que sí analiza son los efectos del comportamiento de otra especie: la humana. En España, en los últimos veinte años la población de gorriones se ha reducido en treinta millones. De esto se culpa a la contaminación del aire y a la lumínica y a la ausencia de zonas verdes y a su excesivo cuidado, retirando ramas muertas que suponen un peligro para la población humana pero que a la vez son zonas de nidificación. Esta dificultad de encontrar lugares adecuados de nidos se debe también a las nuevas edificaciones, cada vez más altas y sin salientes que permitan la nidificación (lo que afecta también a las poblaciones de golondrinas, aviones y vencejos).
Además, la población de gorriones se está viendo afectada por la malaria aviar, un parásito transmitido por un mosquito que es cada vez más frecuente debido al cambio climático. Esta explicación casa más con el estado de las poblaciones de gorrión en otras partes del mundo: en Londres donde no existe “plaga” de cotorras, la población de este pájaro se ha visto reducida en un 71% en los últimos veinticinco años y en muchas otras ciudades europeas está al borde de la desaparición”.
Las cotorras son animales muy sociables que viven en grandes colonias, crean nidos comunales en los que pueden llegar a vivir unas 12 parejas, son muy comunicativas entre ellas, continuamente están mandándose mensajes. Se alimentan de semillas, frutos, flores, bayas, insectos y sus larvas. Como todos los animales, tienen intereses propios: poder vivir su vida en libertad y con los suyos y por supuesto sienten dolor y emociones como quedó demostrado en la convención de Cambridge sobre la conciencia.
Estos pájaros llevan décadas conviviendo en nuestras ciudades, son nuestras vecinas y no es justo que se las extermine, más si ninguna de las razones que se dan para ello están justificadas. Somos vecinas de Madrid y estamos en contra de su matanza y a favor de la convivencia, el respeto y la consideración hacia sus intereses. Si verdaderamente hubiese algún problema y debiesen ser “gestionadas”, lo mínimo que podemos aceptar es que esa gestión se haga de la forma más ética posible. Algunos municipios de la Comunidad de Madrid como Leganés, Pinto, San Fernando de Henares y Getafe ya han desechado la idea de la matanza, poniendo en marcha otras medidas de control poblacional como la esterilización por vasectomía. En Madrid, algunos colectivos animalistas están proponiendo un plan de gestión como alternativa al plan del ayuntamiento.
Por un Madrid más justo, defendamos a las cotorras.
Son nuestras vecinas.