*Esta entrada es un resumen del artículo del mismo título. Puedes leer el artículo completo (en inglés) pinchando aquí. Las fotos utilizadas han sido extraídas del propio artículo.
En este artículo, publicado por la revista académica “Society & Animals” en su número 21, Mona Seymur aborda el estudio de la retórica desplegada en defensa de las especies no nativas y catalogadas como invasoras. Para ello, toma el caso de la población de cotorra argentina en el área metropolitana de Nueva York, centrándose en la representación que las campañas desarrolladas entre 2004 y 2008 hacen de estos animales y el tratamiento que se da a las ideas sobre especies exóticas.
Estudios previos han dado cuenta de la retórica del activismo en torno a las especies alóctonas de fauna y flora, apuntando sistemáticamente la centralidad de los sentires nacionalistas y/o xenófobos en los discursos anti-nonativos y la discusión pública sobre especies exóticas y extranjeras. Las perspectivas actuales sobre especies alóctonas, y particularmente aquellas designadas como especies exóticas invasoras, toman una significación simbólica en la que lo nativo se equipara a lo “realmente natural”, mientras lo no nativo se configura como “antinatural”. Se inserta así a estas especies en un discurso econacionalista o ecoregionalista que las devalúa como extraños destructores que suponen una amenaza para aquello esencialmente propio, una disrupción ecológica, económica o de otras clases, percibida o real, de un paisaje al que no pertenecen. Mientras dichos discursos se elaboran en los marcos de eliminación de dichas especies, Seymur nos señala que los estudios enfocados en la protección de la fauna se han dedicado a los esfuerzos en defensa de las especies nativas, y opta por trabajar sobre las campañas, igualmente numerosas, en defensa de las especies alóctonas.
La propagación de cotorras argentinas en Estados Unidos ha continuado, tras el programa de erradicación llevado a cabo por el gobierno a principios de los setenta, debido al comercio internacional de animales como mascotas, encontrándose colonias a lo largo de 15 estados, según datos de 2013. Aunque no han llegado a convertirse en la plaga para los cultivos que las instituciones temían, la concentración en áreas urbanas y su tendencia a anidar en estructuras del tendido eléctrico ha generado cortes de luz, caída de servicios e incendios. Y con ello la necesidad, por parte de las empresas de servicios públicos, de gestionar estos nidos como parte del mantenimiento de las infraestructuras. Sin embargo, la retirada de nidos ha levantado protestas entre las comunidades de residentes, ya que en muchos casos suponen la muerte de estos animales, bien por polluelos que caen al suelo, bien por la exposición a las inclemencias del clima durante la construcción de un nuevo nido. La región metropolitana de la ciudad de Nueva York constituye el caso de estudio por el grado alcanzado en esta defensa comunitaria de la cotorra argentina.
El área metropolitana de Nueva York comprende condados en Nueva York y Nueva Jersey, Connecticut y Pensilvania, con distribución de la cotorra argentina a través de las regiones litorales incluyendo Edgewater, Nueva Jersey; el Brox, Brooklyn y posiblemente Manhattan, Nueva York; Bridgeport, Stanford y New Haven, Connecticut. Las colonias se sitúan próximas a zonas de césped (una fuente de alimento) y ubicadas en puntos de altura estratégica (postes de luz, postes de servicio y árboles). Los nidos han sido vistos en cementerios, parques, campos deportivos, así como a lo largo de las calles. Esta distribución interestatal ha condicionado las circunstancias y objetivos de las distintas campañas de defensa, por un lado, debido a las distintas formas de gestión iniciadas por las compañías de servicios públicos, por otro, debido a las leyes estatales que rigen sobre las colonias. Más allá de las variables locales, la defensa de las cotorras se ha centrado en la petición de una gestión ética y en proyectos de ley orientados a la retirada de esta especie de las listas de especies invasoras o potencialmente peligrosas, que garantizaría su protección de cara al futuro. Además, la divulgación ha supuesto una piedra angular para las campañas, especialmente en Nueva York y Nueva Jersey, donde se ofrecen tours gratuitos, así como seguimiento actualizado sobre los animales y los esfuerzos por protegerlos.
A través del análisis de los materiales elaborados por los distintos grupos que han trabajado y trabajan en la defensa de las cotorras -blogs, páginas web, libros, peticiones, proyectos de ley, entrevistas, notas de prensa, artículos- el trabajo de Seymur establece cuatro temas de representación primaria de la cotorra argentina en estas campañas:
Las cotorras como activos urbanos:
Esta representación se caracteriza por la construcción de las aves como una incorporación positiva al paisaje metropolitano, en la que encontramos cinco variantes de aportación: como “ornamentos”, enriquecen el entorno con su belleza y travesuras, la estética de sus interacciones y vuelos; como “milagrosos”, en el sentido de valores espirituales relacionados con la evocación de la naturaleza y la alegría; como “generadores de ingresos”, al ser un recurso ecoturístico del que los comercios cercanos se benefician; como “herramientas didácticas”, pudiendo servir como entrada al interés por la fauna urbana y una mayor conexión con nuestro entorno; y como “tesoros comunitarios”, fuente de orgullo e identidad.
Las cotorras como animales admirables:
La segunda representación deja de lado los beneficios orientados a los habitantes humanos del paisaje urbano y se centra en las cualidades intrínsecas de los animales. Se desarrollan tres subtemas en torno a esta idea: como “abejas obreras”, enfocado en las habilidades en la construcción de sus complejos nidos; como” supervivientes”, se ensalza su capacidad de adaptación a un entorno evolutivamente extraño, frente a los ataques de depredadores urbanos, del clima y de las compañías de servicios públicos; como “palomas de la paz”, en referencia a su pacífica coexistencia en colonias, así como con otras especies.
Las cotorras como miembros de la comunidad:
Se construye la imagen de las cotorras como miembros de comunidades culturales y ecológicas. Para la representación de la comunidad cultural se establecen analogías a nivel local, estatal y nacional con los comportamientos, dieta y carácter de la población humana (desde la afición por la pizza, los orígenes migrantes o los atributos del imaginario colectivo sobre la identidad nacional). Por otra parte, la comunidad ecológica es una respuesta directa a la supuesta amenaza que suponen las cotorras para el ecosistema. Por ello, esta representación se basa en mostrar una imagen de las aves integradas en el ambiente urbano, compartiendo nidos con otras especies, explorando varias fuentes de alimentos, compartiendo baños en bandadas de aves nativas, empleando materiales disponibles para la construcción de nidos… En el nivel nacional se defiende incluso que la cotorra argentina viene a ocupar el nicho ecológico dejado por la extinta cotorra de Carolina. Además de desmentir el riesgo medioambiental atribuido a las cotorras, este subtema alega que las poblaciones actuales “han nacido en los Estados Unidos”, y por ello deberían gozar de la misma protección que otras especies nativas.
Las cotorras como población marginada:
Por último, como población marginada las cotorras se perfilan en torno a cuatro subtemas que sirven para condenar las prácticas de los distintos programas de gestión institucional. Así aparecen como víctimas de guerra, sometidas al asedio de las compañías de servicios públicos que se refleja en el uso de un léxico militar metafórico; como aviares ilegales, realizando un juego de palabras con la expresión “illegal aliens” (extranjeros ilegales) que recalca las similitudes en torno a la falta de derechos, privilegios y protección frente a la población considerada nativa y por ello sujeto de derecho; como deportadas y refugiadas, con un marcado signo relativo a los problemas sociopolíticos globales y la violación de derechos humanos incide en el desplazamiento involuntario de las aves a los Estados Unidos; como inocentes tergiversados, se hace alusión a las erróneas asunciones tomadas por los gobiernos estatales y compañías de servicios sobre la geografía y ecología de las cotorras que sirven como justificación de las políticas de erradicación. En este caso se toman dos direcciones, fundamentalmente empleando afirmaciones científicas que contradicen dichas asunciones, y, en segundo lugar, ridiculizando la catalogación como especie peligrosa al tomar el significado de “peligroso” que alude a lo fiero y temible.
La defensa de la cotorra argentina ha perfilado un imaginario de los pájaros, con alegatos estéticos, económicos, ecológicos, políticos y éticos, que establecen su pertenencia en las regiones en las que se han propagado y ponen en cuestión la necesidad de la gestión a la que son sometidas, al tiempo que denuncian la falta de protección legal como injustificable.
Los temas articulados por las redes de defensa de estos animales pueden ordenarse con los dos temas expuestos por Goedeke (2005) en su estudio sobre las nutrias de Missouri: las estrategias retóricas de “valoración” y la construcción de “víctimas inocentes” identificadas por Best (1987) en el contexto de presentación de demandas en interés de terceros. Los subtemas englobados en “activos urbanos” se relacionarían con el primer tropo, definiendo al sujeto como un recurso valioso que merece ser preservado; mientras aquellos descritos bajo el tema “población marginada” se colocan en el segundo.
El subtema “miembros de una comunidad ecológica” expresa un valor ecológico-estético. Mientras “animales admirables” parece comunicar valores simbólicos y estéticos expresados en las descripciones de su carácter. Finalmente “miembros de comunidades culturales” hace uso de la analogía con la población humana con la intención de generar simpatía y comprensión.
El discurso de los defensores de las cotorras muestra formas de confrontar y movilizar ideas sobre lo no nativo que no se habían tratado previamente en la literatura sobre retórica de la protección animal. El estatus “exótico” de las aves juega un papel crítico en la mayoría de los temas recogidos en tres variantes marcadamente distintas: apelando al origen de las aves, aprovechando nociones sobre lo exótico o minimizando la importancia del origen. En el primer caso los subtemas “supervivientes”, “aviares ilegales” y “deportados y refugiados” dibujan paralelismos con problemas sociopolíticos actuales e históricos relativos al origen. Este movimiento se orienta a poner en el foco las ramificaciones políticas de la ilegalidad, y resulta sorprendente en tanto la opinión pública cataloga “buenos inmigrantes” y “malos inmigrantes”, siendo la condición de ilegalidad un distintivo de la segunda categoría. Muchos de los subtemas de “activos urbanos” hacen uso de nociones de lo exótico. En este sentido es importante definir lo exótico como aquello resultan de un proceso de descontextualización, traído de otro lugar, y recontextualización en un nuevo espacio, susceptible de albergar nuevos significados. Por último, los subtemas “inocentes tergiversados”, “miembros de una comunidad ecológica” y “miembros de una comunidad cultural” tienden a minimizar la importancia del origen. En los dos primeros subtemas mencionados esto sirve para resaltar la integración en el ecosistema urbano. Como “miembros de una comunidad cultural” los orígenes quedan diluidos en las similitudes con la experiencia y carácter estadounidense y los estereotipos locales enraizados en la historia multicultural e inmigrante del territorio. Esta maniobra se reapropia de los discursos econacionalistas, colocando a las cotorras dentro del ideal de nación presente en el imaginario colectivo.
La defensa de la cotorra argentina pretende sacar provecho de su origen no nativo sumando nuevas perspectivas a la producción académica que se ocupa de la retórica de la protección animal, ante la controversia que rodea a las especies alóctonas en la actualidad y contribuyendo a la problemática de las relaciones humanas con otros animales y con el medio ambiente.